Al comenzar un nuevo año, muchos hacen resoluciones, establecen metas o simplemente desean que las cosas mejoren. Sin embargo, como cristianos, debemos preguntarnos: ¿dónde está realmente nuestra esperanza? ¿Se encuentra en nuestros logros, relaciones o circunstancias? La Palabra de Dios nos llama a tener una esperanza viva, firme y eterna en Él. Este artículo te invita a reflexionar sobre dónde basar tu esperanza mientras te preparas para el año venidero.
La esperanza es fundamental en la vida cristiana. No es un simple deseo, sino una certeza anclada en las promesas de Dios. El Salmo 39:7 nos recuerda: «Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti.» Este versículo nos guía hacia una verdad esencial: nuestra esperanza no debe estar en cosas temporales, sino en el Señor.
1. La esperanza basada en cosas temporales
El mundo nos invita a poner nuestra confianza en bienes materiales, éxito o relaciones humanas. Aunque estas cosas pueden traer satisfacción momentánea, son inestables y pasajeras. Jesús mismo advirtió sobre esto en Mateo 6:19-20: «No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo.»
Colocar nuestra esperanza en cosas terrenales nos llevarán a la frustración cuando estas fallan. El creyente debe recordar que la verdadera seguridad no proviene de lo que tiene, sino de a quién pertenece.
2. La esperanza basada en Cristo
Nuestra esperanza debe estar firmemente arraigada en Jesucristo. Él es el fundamento inamovible de nuestra fe. Hebreos 6:19 describe esta esperanza como un ancla para el alma: «La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo.»
Jesús es la fuente de nuestra esperanza porque, a través de su vida, muerte y resurrección, nos ha garantizado vida eterna, perdón de pecados y una relación con el Padre. No importa lo que traiga el próximo año, podemos confiar en que el Señor sigue siendo fiel. Romanos 15:13 declara: «Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.»
3. Una esperanza activa
Nuestra esperanza no es pasiva. Nos lleva a vivir de manera diferente, reflejando nuestra confianza en Dios. En 1 Pedro 1:13 se nos exhorta: «Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado.»
Esto significa que, al enfrentar desafíos o incertidumbres, seguimos firmes en nuestra fe, sirviendo al Señor con gozo y compartiendo su amor con los demás. La esperanza cristiana nos impulsa a actuar, sabiendo que nuestra recompensa es eterna.
Conclusión
En el nuevo año, te animo a examinar dónde estás colocando tu esperanza. Las circunstancias pueden cambiar, pero Dios permanece fiel. En Él encontrarás una esperanza que no falla, una paz que sobrepasa todo entendimiento y una fortaleza para enfrentar cualquier situación.
Pídele al Señor que renueve tu confianza en Él. Proclama junto con el salmista: «Bueno es Jehová para los que en Él esperan, para el alma que le busca» (Lamentaciones 3:25). Al hacerlo, comenzarás el año con una esperanza viva, firme y llena de propósito, sabiendo que tu vida está en las manos de Aquel que tiene planes de bien para ti.
¿Dónde basarás tu esperanza este año? Asegúrate de que esté en Cristo, la Roca eterna.
Publicado originalmente por www.teologiasana.com
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Vida cristiana