«El Señor hace lo que le place, en todos los cielos y en la tierra, en los mares y en sus profundidades». Salmo 135:6
«Todos los pueblos de la tierra son considerados como nada. Él hace lo que le place con las potestades del cielo y con los pueblos de la tierra». Daniel 4:35
Por otra parte, no hay doctrina más odiada por los mundanos, como la grandiosa, estupenda, pero muy cierta doctrina de la Soberanía del infinito Jehová.
Los hombres permitirán que Dios esté en todas partes, excepto en Su trono. Le permitirán estar en Su taller para modelar mundos y hacer estrellas. Le permitirán estar en Su limosna para dispensar Sus limosnas y otorgar Sus generosidades. Le permitirán sostener la tierra y sostener sus pilares, o encender las lámparas del Cielo, o gobernar las olas del océano siempre en movimiento.
Pero cuando Dios asciende a Su trono, entonces Sus criaturas rechinan los dientes. Y cuando proclamamos a un Dios entronizado, y Su derecho de hacer lo que Él quiera con los Suyos, de disponer de Sus criaturas como Él considere conveniente, sin consultarlas al respecto, entonces somos silbados y execrados, y entonces los hombres hacen oídos sordos, pues Dios en Su trono no es el Dios que ellos aman.
Ninguna doctrina en toda la Palabra de Dios ha despertado más el odio de la humanidad que la verdad de la soberanía absoluta de Dios.
La oposición a la soberanía divina es esencialmente ateísmo, y si no fuera por la gracia soberana, ninguno de nosotros habría seguido jamás el camino al cielo. Cada día estoy más convencido de que la diferencia entre un hombre y otro, no es la diferencia entre el uso de su voluntad, sino la diferencia de la gracia que le ha sido otorgada.
«¡Aleluya! Porque nuestro Señor Dios Todopoderoso reina». Apocalipsis 19:6