Prólogo | 95 Tesis para la iglesia de hoy | Miguel Núñez

Prólogo | 95 Tesis para la iglesia de hoy | Miguel Núñez

En un sentido, este es un libro como cualquier otro. En otro sentido, este libro es muy diferente dada la naturaleza de las tesis. La idea no es que te leas cada una de las tesis de una sentada, sino que puedas reflexionar sobre las verdades presentadas en ellas y las implicaciones que hay detrás de cada una. Por ejemplo, sería una excelente idea si, en un grupo pequeño, dialogaras el contenido, las implicaciones y las aplicaciones de cada tesis, y así promover la reflexión colectiva. Si esto lo hicieras semanalmente, tu grupo podría estudiar cinco tesis a la vez y emplear unos seis meses de reflexión, con lo cual se profundizaría significativamente cada una de las verdades presentadas. Habiendo dicho esto, quisiera compartirte algunas ideas con el fin de motivar tu sentir y el sentir de cada hijo de Dios en esta época tan importante para nuestra región.

Cuando Martín Lutero inició el movimiento que posteriormente se llegó a conocer como la Reforma protestante, tenía un deseo genuino de rescatar el evangelio del seno de la Iglesia de Roma, en medio de la cual había quedado sepultado. Junto con esta pérdida del evangelio, la iglesia de ese entonces se caracterizó por la mucha inmoralidad que había en su liderazgo. La corrupción de la doctrina y del clero incendiaron el corazón de Lutero y de otros que vinieron antes y después de él. A partir de ese momento se levantó una iglesia conocida como Iglesia protestante, que luego pasó a ser llamada por muchos Iglesia evangélica. Desde el año 1546, cuando Roma celebró el Concilio de Trento para afirmar las enseñanzas y los dogmas de su Iglesia (dogmas que siguen hasta hoy), sus enseñanzas no han variado mucho. Lamentablemente, la iglesia evangélica ha experimentado un grado significativo de corrupción a nivel tanto de la doctrina bíblica como del carácter de muchos de sus líderes.

La idea de este proyecto surgió debido a una gran carga espiritual y aún emocional que experimenté al ver las condiciones en que la Iglesia ha quedado como consecuencia del desplazamiento del evangelio otra vez a un segundo plano, con todas sus implicaciones. Como dije al principio, la idea no es levantar un segundo Lutero que pueda realizar las obras hechas hace cinco siglos. Sería muy difícil, si no imposible, imaginarnos hoy una figura de tal estatura. Sin embargo, creo que otra vez se hace necesario sonar la trompeta para reclamar el evangelio como el centro de la iglesia y para proclamar la necesidad de que sus ministros luchen por tener un carácter moldeado por el evangelio que proclaman.

Hoy, más que una sola voz que proclama en el desierto, contamos con múltiples hombres que han abrazado la causa de Cristo y de Su mensaje como su pasión y motor de vida. Por tanto, es necesario que tantos predicadores como sea posible puedan pararse en la brecha debajo de la autoridad de la Palabra de Dios, para que alimenten a las ovejas de Dios compradas a precio de sangre, y para que llamen a millones de personas cautivas de Satanás (2 Timoteo 2:25-26). Solo el evangelio tiene el poder para romper dicha esclavitud y satisfacer el alma humana.

Pararse en la brecha es un privilegio y es una responsabilidad. Es un privilegio no merecido y es una responsabilidad pesada. Pero no podemos pararnos en la brecha sin entender lo que implica esta tarea: sacrificios, riesgos, críticas, rechazos, experimentar celos y envidias de otros, ser mal entendidos y aún atacados. En fin, pararse en la brecha implica experimentar todo lo que los hombres de Dios han experimentado a lo largo de la historia de la iglesia. Pero cuando tenemos las garantías de que aún nuestras peores experiencias cooperarán para bien, nuestros riesgos pasan a ser oportunidades de demostrar el control de Dios sobre los reinos de los hombres.

Pararse en la brecha implica tener la confianza necesaria en Dios para creer que podemos hacer una diferencia como Moisés y Josué la hicieron en su tiempo y como Martín Lutero la hizo en el suyo. Pararse en la brecha implica cultivar la santidad requerida, entendiendo que la oración del justo es poderosa y eficaz. Ser santos no nos da el derecho de pararnos en la brecha, porque nadie tiene derechos delante de Dios, pero nos da la oportunidad de ser escuchados por Dios elevando una petición a Él desde allí.

Pararse en la brecha implica reconocer que tenemos que "aprovechar bien el tiempo porque los días son malos", según hablaba Pablo en Efesios 5:16. El versículo anterior a este (5:15) dice: "Por tanto, tened cuidado cómo andáis; no como insensatos, sino como sabios". Estos son tiempos para vivir según la sabiduría del cielo. Estos no son tiempos para dormirnos en las camas ni mucho menos en los laureles. Estos son tiempos de valor, de desafíos, de entrega, de trabajo arduo, de compromisos, de definición. Estos son tiempos en que más necesitamos hombres y mujeres de Dios.

Una de la novelas más famosas de la literatura inglesa se titula A ale of o ities [Historia de dos ciudades], escrita por Charles Dickens con relación a la revolución francesa. Es una obra de ficción. La razón por la que menciono esta novela es porque comienza con una de las frases más conocidas de esa literatura: "It was the best of times, it was the worst of times" ("Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos").

Así es como pienso en estos momentos: "Estamos en el peor y en el mejor de los tiempos". El por qué pienso que es el peor de los tiempos no necesito explicarlo: las condiciones de la sociedad actual y del pueblo de Dios sobre el cual se invoca Su nombre es la explicación. El por qué pienso que es el mejor de los tiempos, es más difícil de entender, pero permíteme explicarlo.

Este es el mejor de los tiempos porque estamos frente a una generación que ha probado el placer, que ha experimentado en muchos casos la abundancia de bienes materiales, que ha degustado la sexualidad y, habiendo quedado vacía, ahora está en busca de eso que le hace falta. Nosotros, el pueblo de Dios, tenemos lo que ellos buscan y lo único que puede calmar su sed. Es el mejor de los tiempos porque Dios se está moviendo en nuestro continente y creo firmemente que esta es la hora de nuestra región. Creo que Dios nos ha dado una oportunidad extraordinaria para impactar esta generación con Su verdad, por Su poder y para Su honor y gloria.

Muchas de las personas que están respondiendo al llamado de Dios están en su plena juventud, y eso me dice que Dios ha ido organizando todo un ejército para librar una gran batalla por Su causa a través de Su iglesia, si esa iglesia sabe pararse en la brecha.

La iglesia no es un grupo de personas que se congrega en un lugar para adorar y alabar a Dios; cualquier otro movimiento religioso puede hacer lo mismo. No es tampoco un grupo religioso que se reúne para celebrar eventos de una manera cristiana. ¡No! La iglesia es el pueblo de Dios, capacitado por el Espiritu Santo, que al vivir una vida digna de Su llamado, hace tambalear las puertas del infierno. Y aquí estamos para hacer justamente eso.

Hoy más que nunca la causa de Cristo necesita que te conviertas en un soldado al servicio de Su Reino. A partir de este momento, queremos que todos aquellos que forman parte del pueblo de Dios entiendan que etamos en medio de una lucha que no es contra carne ni sangre, sino "contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes" (Efesios 6:12). Sin embargo, entendamos también que luchamos al lado del Señor del universo que creó los cielos y la tierra, venció el pecado en la cruz y dejó la tumba vacía tres días después, venciendo la muerte.

¡Libremos la batalla bajo Su señorío, por Cristo y por Su reino!

Tomado del libro "95 Tesis para la iglesia de hoy", Miguel Núñez. Publicado por Poeima Publicaciones (2017).

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