Rut se había casado con un hombre llamado Mahlón, que era de la tribu de Judá. Juntos, habían vivido en Moab durante muchos años, pero Mahlón había muerto, dejando a Rut sola y sin hijos.
La madre de Mahlón, Noemí, también había perdido a su esposo y a sus dos hijos. Ella decidió regresar a su tierra natal, Judá, y Rut se ofreció a acompañarla.
A medida que viajaban, Rut demostró su lealtad y dedicación a Noemí. A pesar de que Noemí le dijo que regresara a su familia en Moab, Rut se negó a abandonarla.
"Te ruego que no me obligues a dejar de seguirte", le dijo Rut a Noemí. "Donde tú vayas, iré yo; donde tú te quedes, me quedaré yo. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios" (Rut 1:16-17).
Al llegar a Judá, Rut se convirtió en una parte integral de la familia de Noemí. Comenzó a trabajar en los campos de un pariente lejano de Noemí, llamado Boaz, para poder alimentar a ella y a Noemí.
Boaz se dio cuenta de la bondad y la lealtad de Rut, y comenzó a tratarla con gran amabilidad. Le permitió recoger las espigas que sobraban en su campo, y le dio de comer y de beber.
A medida que pasaba el tiempo, Rut y Boaz se fueron conociendo mejor. Noemí, que había estado observando la relación entre ellos, se dio cuenta de que Boaz podría ser un buen marido para Rut.
Así que Noemí le aconsejó a Rut que se vistiera con sus mejores galas y que se presentara ante Boaz en el campo. Rut siguió el consejo de Noemí, y Boaz se sintió atraído por su belleza y su bondad.
Finalmente, Boaz se casó con Rut, y juntos tuvieron un hijo llamado Obed. Obed se convirtió en el padre de Jesé, y Jesé fue el padre del rey David.
La historia de Rut es un ejemplo de la bondad y la lealtad que pueden llevar a una persona a encontrar un nuevo hogar y una nueva familia. A pesar de que Rut era una extranjera en la tierra de Judá, encontró un lugar donde pertenecer gracias a su bondad y su dedicación.
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