LA TEOLOGÍA PASTORAL: FUNDAMENTACIÓN BÍBLICA

El término pastoral, que hoy aplicamos comúnmente a la acción de la Iglesia, encierra una primera connotación que es la de la tarea del pastor. La evolución histórica de las ideas teológicas y pastorales ha llevado a la revisión profunda de este vocablo, de su amplitud y de sus distintas dimensiones. De hecho, y lo veíamos con anterioridad, bajo un solo término se encierran distintas posibilidades de comprensión y la misma historia ha sido origen de un cambio profundo en su entendimiento.

El paso en sus contenidos de la teología pastoral a la teología práctica, o el paso de la pastoral del ministerio ordenado a la acción de la Iglesia, es claramente significativo de esta evolución. Denominándose siempre con el mismo término, las realidades eclesiales a que ha hecho referencia la palabra pastoral han sido muy diversas.

Indudablemente una de las razones del cambio de concepciones teológicas y pastorales que se ha dado en la reciente historia ha sido la de los estudios bíblicos. Entre los movimientos renovadores del comienzo de este siglo ocupa un lugar importante por la trascendencia de su influjo en los niveles cognoscitivos y prácticos de la teología.

Por eso, al menos brevemente, es necesario que acudamos a los fundamentos bíblicos del término pastoral y de la primera acción de la Iglesia y que los sistematicemos para encontrar los orígenes de nuestro tratamiento y rastrear las características normativas que siempre han de enmarcarlo.

Nuestro recorrido ha de ser necesariamente sintético, marcando las direcciones fundamentales que nos indica la acción pastoral de Cristo y de la Iglesia en los textos de la revelación.

1. La pastoral en la terminología bíblica.

La idea y la realidad del pastoreo están profundamente arraigadas en la cultura de Israel su origen nómada, su alusión continua a la época peregrinante y los avatares de una historia en la que la movilidad de sus gentes caracterizó su propio ser hicieron que la figura del pastor en su doble vertiente de jefe y compañero adquiriera importancia como referencia religiosa en su comprensión de Dios y en su misma autocomprensión. de pueblo Dios y aquellos que actúan en su nombre reciben el nombre de pastores, mientras que el pueblo se caracteriza por ser el rebaño que sigue sus pasos por la senda de la alianza.

1.1. En el Antiguo Testamento.

El Antiguo Testamento es una rica fuente de teología pastoral y recompensa el análisis exhaustivo. Algunos de sus frutos pastorales son evidentes. El libro de Job no sólo se enfrenta al problema del sufrimiento, sino que demuestra, por medio del papel dado a los amigos de Job, lo fácil que resulta dedicarse incorrectamente a la teología pastoral, y a las formas pastorales que sufren. Los Salmos, con frecuencia, recogen las experiencias humanas, exponiéndolas a la luz del conocimiento de Dios. Eclesiastés airea la Angst (angustia) existencial que sienten muchas personas, al constatar el aparente sinsentido de esta vida. Apunta ciertas respuestas que conducen a una nueva perspectiva de la vida, pero lo hace con cautela, sin traspasar el umbral de esa angustia vivida.

Por otra parte, más que definición de Dios, el nombre de pastor sirve para ilustrar la historia de Israel desde el amor que Dios le ha tenido. El mismo acto de constitución del pueblo en el éxodo es ya concebido en Israel desde la terminología pastoril. La acción de sacar al pueblo de la esclavitud y su conducción por el desierto es comprendida desde la imagen del rebaño y de las ovejas (Sal. 78,52) Esta acción comprende el haber escuchado sus súplicas viendo su situación (Ex. 3,7), el haberlo liberado de la tierra de esclavitud (Dt. 5,6) y el haber guiado posteriormente con bondad al pueblo que había salvado (Ex. 15,13).

La constitución del pueblo ha convertido a Israel en propiedad personal, reino de sacerdotes, nación santa (Ex. 19,5-6). El cuidado de Dios con su propiedad es continuamente expresado también en términos pastoriles la guía continua, la protección en cada momento, la liberación de los enemigos y la misma entrega y repartición de la tierra se leen en esta clave (Sal. 78,53-55). En algunas ocasiones, ese cuidado está expresado en términos de ternura: «como pastor pastorea a su rebaño, recoge en brazos a los corderitos, en el seno los lleva y trata con cuidado a las paridas» (Is. 40,11).

La acción de Dios encuentra una respuesta en el pueblo que se confiesa tanto personalmente (Sal. 23,1-6) como colectivamente (Sal. 100,3) rebaño que llama pastor a su Señor.

La oración que Israel le dirige también está expresada en términos pastoriles la que confiesa, la que suplica y la que reconoce las propias culpas Es más, la salida de la situación angustiosa es vista como acción del Dios pastor a quien se le pide el cuidado nuevo y continuo. También tanto en las situaciones personales (Sal. 119,176) como en las colectivas (Sal 80,2), el pecado y la reconciliación son iluminados por la relación oveja-pastor.

Esta acción benevolente de Dios con su pueblo expresada en términos pastoriles no se agota en un pasado del que se hace memoria, sino que ilumina un presente por el que se pide y asegura un futuro basado en el amor mostrado en el reconocimiento de la propia historia. Así, la vuelta del exilio es contemplada como nueva reunión de las ovejas dispersas y como nueva conducción a la tierra de los antepasados (Is. 49,1-26, Zac. 10,8-10) y la restauración soñada por los profetas es identificada con la vuelta de las ovejas al aprisco, del rebaño a sus pastizales (Miq. 2,12) Sión será el lugar donde el resto del rebaño disperso se congregará nuevamente (Miq. 4,6-7).

El nombre de pastor es también designación para los servidores de Dios que están a la cabeza del pueblo Dios pastorea a su pueblo, a su rebaño, por medio de pastores elegidos por el para que realicen su tarea. Así, por analogía con la acción divina y como mediación de dicha acción, el nombre de pastor es aplicado al hombre que está a la cabeza del pueblo.

Desde lo dicho, está claro que el primer pastor y el prototipo de lo que ha de ser un pastor en Israel es Moisés «Tú guiaste a tu pueblo como rebaño por la mano de Moisés y de Aarón» (Sal. 77,21). Después de Moisés, Josué es elegido para que no quede la comunidad como rebaño sin pastor (Núm. 27,17). Más. tarde, llegado el tiempo de la instauración de la monarquía, David es también elegido para apacentar al pueblo (2 Sam. 5,2).

El pastoreo de los hombres siempre es evaluado por la fidelidad al pastoreo de Dios. En este sentido, la Biblia siempre habla de los buenos y de los malos pastores. El prototipo, en tiempos proféticos, del buen pastoreo es David que, siendo pastor, cambió su rebaño por el del Señor y lo apacentó bien (Sal. 78,70-72), mientras que la infidelidad de muchos pastores a la tarea encomendada ha sido manifiesta en la historia de Israel. Las más duras recriminaciones bíblicas han sido para los pastores que, en vez de la tarea encomendada, se han valido de su misión en beneficio propio (Ez. 34, Zac. 11,4-17). La suerte del rebaño está en parte unida a la suerte del pastor, cuya herida supone la dispersión de las ovejas (Zac. 13,7).

El nombre de pastor es reservado de un modo especial para la situación que ha de venir. Los tiempos mesiánicos anunciados por los profetas se mueven en la misma terminología y aplican el tema pastoril al anuncio de la salvación futura. Como en otras ocasiones y en otros temas de la historia de Israel, el pasado es la garantía y la certeza de lo que va a venir.

La infidelidad de los pastores de Israel pone en cuestión el mismo pastoreo y la fidelidad de Dios. Por eso, la reacción de Dios ante la mala gestión de los pastores infieles es la de ponerse a sí mismo al frente del rebaño (Ez. 34,10-16), anunciando nuevos tiempos para su pueblo.

La restauración del pueblo está unida a un «os daré pastores según mi corazón» (Jer. 3,15). El resto de Israel tendrá buenos pastores (Jer. 23,3-4).

Entre todos los textos bíblicos del Antiguo Testamento, destaca la profecía de Ezequiel en la que, junto a la recriminación de los pastores infieles y a la certeza del pastoreo salvífico de Dios, se promete un nuevo pastor (Ez. 34,23-31) caracterizado por los atributos del pastoreo y la fidelidad de David, en el que se significa de un modo especial la capacidad de unir a los pueblos. La terminología de la alianza es empleada de nuevo para ilustrar la situación esperada, esta vez en clave pastoril: Dios será su pastor y el pueblo será su rebaño.

Las escrituras proféticas abordan a menudo los complejos dilemas pastorales del pueblo de Dios. Habacuc confronta la cuestión de la santidad de Dios con las injusticias experimentadas por su pueblo. Oseas habla, usando un rico tono pastoral, sobre el inextinguible amor de Dios por su pueblo, a pesar de las rebeliones de éste. Isaías (40-66) se dirige a unas personas angustiadas por su experiencia del exilio y por la aparente derrota de la dinastía davídica. La respuesta de Isaías consiste en guiar al pueblo a una comprensión más espléndida de la persona de Dios (que ellos pensaban que se había escondido de ellos) que en ningún otro pasaje del AT.

Hageo habla a un pueblo que se esforzaba por detectar la gloria de Dios mientras se asentaba en la tierra que Él les dio, y que luchaba contra todas las decepciones que ese proceso conllevaba. Él apunta no sólo los requisitos que demanda la acción práctica, sino que habla de una esperanza para el futuro. Estos ejemplos demuestran que la dimensión pastoral constituye un aspecto primordial de la intención de tales documentos.

En conclusión, podemos decir que la acción salvadora de Dios para su pueblo ha sido presentada en Israel en términos pastorales y que esta acción se ha desarrollado a través de mediaciones humanas no siempre fieles a lo encomendado. Dado que la fidelidad de Dios está por encima de la respuesta humana, su pastoreo exige una novedad en el comportamiento de sus pastores que exprese en radicalidad la acción de Dios. Esta situación nueva se identifica con los tiempos mesiánicos.

1.2 . En el Nuevo Testamento.

Los Evangelios se han considerado tradicionalmente como documentos históricos, teológicos o evangelísticos, pero los análisis contemporáneos han demostrado que poseen un grado mucho mayor de dimensión pastoral. Esta consciencia debe mucho a la critica textual, y al hecho de tener en cuenta a los lectores a los que tales documentos iban seguramente destinados.

Cristo aparece interpretando su historia y su misión desde el ámbito religioso-cultural de su pueblo y comprendiendo también desde la terminología pastoril su propia obra. Los textos del Antiguo Testamento que hemos repetido sirven de marco de referencia para comprender la autoconciencia de Jesús y para hablar de su tarea como la del pastor esperado.

El Evangelio de Mateo aborda problemas como los generados por una iglesia en rápida expansión, compuesta tanto de judíos como de gentiles, algunos de los cuales seguramente defendían una relación más estrecha con la ley y la herencia judías, elementos que otros considerarían de menor importancia. Esto suscitó un debate sobre el significado del discipulado, y exigió una estrategia pastoral que enfatizaban las enseñanzas de Jesús. Las exigencias de la ley siguieron gozando de fuerza (Mt. 5:17-20), y había que obedecerlas. Pero sus ordenanzas quedaron intensificadas e interiorizadas (p. ej. Mt. 5:21-48).

El mismo tiempo y creando una tensión frente a unas demandas tan elevadas, debe existir un rechazo del legalismo y un interés por los miembros pequeños y vulnerables. Se presenta a Jesús, que cumple las profecias del AT., como alguien que goza de total autoridad, y sus discipulos en el papel de aprendizaje. La verdadera prueba de su aprendizaje fue la obediencia (Mt. 21:28-32).

La estrategia de Marcos es la de reflejar los actos de Jesús, en especial en lo tocante al tema del sufrimiento. A lo largo de su Evangelio, se muestra muy realista acerca del coste del discipulado, e indica la identidad común de los discípulos que pasan por conflictos como resultado su fe en "el Hijo del Hombre". Este punto de vista proporcionó a los cristianos perseguidos de Roma, o de cualquier otro lugar, las fuerzas necesarias para soportar la situación hasta el momento de su justificación y recompensa finales (Mr. 10:29-31; 13:16-27).

La agenda pastoral de Lucas se centra en Teófilo, que según parece abrigaba muchas dudas e incertidumbres sobre la fe. Entre éstas se contaba el papel de la iglesia en el plan de Dios y en la historia del mundo; la incertidumbre provocada por la demora en regresar de Cristo; la decepción, fruto de los fracasos en la iglesia y la falta de progreso; y las preguntas sobre la naturaleza de su composición, vista desde el punto de vista social. Lucas responde a estas preguntas contando historias que relatan el ministerio de Jesús y la vida de la iglesia primitiva, dejando que éstas hablen por si solas.

Juan 20:31 define el propósito de su Evangelio: fomentar la fe. Es posible que ésta no se refiera, como se ha asumido muchas veces, a la profesión de fe inicial, sino al mandamiento de la misma; el tiempo verbal parece indicar esto (aunque se ha disputado este punto). Tras la fuga de los testigos presenciales de Jesucristo, en medio de la hostilidad que los miembros de las sinagogas manifestaban a los cristianos, y de las diferencias relativas a la naturaleza de Jesucristo, este Evangelio aborda esas circunstancias pastorales con una profunda reflexión en la vida de Jesucristo, realizada por quien afirma ser testigo ocular de la misma.

La terminología joánica del buen pastor está adornada de imágenes y de ideas que lo ilustran: la única puerta del redil a diferencia de otros que han venido antes, el que conoce y es conocido, el que camina delante de su rebaño y hace posible el seguimiento, el que hace vivir, y, sobre todo y de manera especial, el que da la vida por su rebaño (Jn. 10,1-18). Las palabras puestas en la boca de Jesús son la contraposición clara a la recriminación de Ezequiel para los pastores infieles.

Lo que implícitamente hemos dicho del grupo, está claramente explicitado en el caso de Pedro. El Jesús postpascual le encomienda la tarea de apacentar sus ovejas y sus corderos después de una triple confesión de amor (Jn. 21,15-17).

Por tanto, los Evangelios pueden leerse como documentos pastorales que utilizan una serie de técnicas pastorales para abordar las situaciones, también pastorales, de la vida real de sus receptores.

Aunque es verdad que la terminología pastoril no es abundante a la hora de denominar a los discípulos, sí es cierto que la elección en libertad de los que quiso para que le acompañaran y para enviarlos (Mc. 3,1-19) y la permanencia de este grupo a su lado durante su vida está remarcada en los evangelios hasta que, después de la Pascua, son enviados a continuar su obra contando con su nueva presencia (Mt. 28,18-20). La misión de Cristo comprendida como la del pastor ha sido encomendada a los que vivieron con él.

Por el Espíritu Santo, la Iglesia que nace en Pentecostés es constituida en cuerpo de Cristo, y Cristo actúa por medio de ella para hacer presente la salvación en todo tiempo y lugar. Las primeras comunidades fueron conscientes de que su razón de ser estaba en Jesucristo y en el evangelio, y de que su misión consistía en el anuncio del kerigma, la enseñanza de los apóstoles (didajé), la llamada a la conversión, la vida fraterna (koinonía) y la celebración de la cena del Señor (cf He 2,42-47; 4,32-35).

Las epístolas son, más explícitamente, documentos pastorales, y en general se dirigen a destinos y situaciones que son evidentes. Así, por ejemplo, 1 Tes. Lo hace a una congregación joven, que se enfrentaba a la confusión en sus primeros momentos, porque el apóstol había sido apartado de ellos (1 Tes. 2:17). Gálatas está escrita para aquellos que veían amenazada su libertad en Cristo debido a los que deseaban imponerles las exigencias culturales y legales de la ley judía (Gá. 5:1-6). La mayoría de las epístolas contienen instrucciones para vivir una situación en la que los creyentes están rodeados de inconversos.

El sistema pastoral de Pablo es didáctico, y siempre relaciona la experiencia de sus lectores con las doctrinas de la fe. Tomando sólo un ejemplo, al tratar el tema de la división de una iglesia, la de Filipos, que aparte de eso era un entrono feliz (Fil. 2:2-4; 4:2, 3), Pablo relaciona su conducta con la encarnación de Cristo (2:5:11). En Efesios se vuelve a abordar el mismo tema en relación con la unidad de la Trinidad (Ef. 4:1-6). Siempre que es posible, la enseñanza de Pablo se imbrica en el contexto de la más calurosa exhortación de ánimo (por ej. Col. 1:3-14; 1 Tes. 1:2-10). Pero también, es perfectamente capaz de reprender abiertamente cuando la ocasión lo requiere (p. ej. 1 Co. 11:17).

Además de abordar directamente los temas pastorales, las epístolas paulinas revelan parte de las profundas estructuras de las relaciones pastorales. A través de todos sus escritos, Pablo se refiere a su objetivo, el de producir creyentes maduros (Ef. 4:13; Col. 1:28) y de "edificar" las comunidades de éstos (Ro. 15:2; 1 Co. 14:12; Ef. 2:22; 4:29). Cualquier autoridad que posea tiene como meta la consecución de estos fines constructivos (2 Co. 10:8; 13:10). Es una contradicción que los siervos de Jesús aspiren a derechos inherentes. En toda relación con otros pastores deben ser conscientes de que, como ellos, son responsables ante su Señor (1 Co. 3:10-15; 9:24-27; 2 Co. 5:9-15). Por tanto, el progreso pastoral depende de la calidad de la relación y de la mutua confianza, sincera y amor (2 Co. 7:2-4, 10-13).

Las otras cartas "generales" son igualmente pastorales en su intención, pero más variadas a nivel de su perspectiva. Hebreos constituye una cuidadosa exposición de la superioridad del nuevo pacto sobre el viejo; va destinada a aquellos que están tentados a ceder a las presiones originadas por la fe, recayendo en la adoración dentro de la sinagoga judía. La carta de Santiago, con su tratamiento directo y sin ambages, se puede describir como un botiquín de primeros auxilios para los que empiezan su viaje como cristianos, y sufren por ello; en esta epístola se combina estrechamente doctrina y práctica.

Las epístolas de Juan se caracterizan por la exhaustividad de su estilo docente, su cariñosa simpatía, sus serias advertencias y su cristocentrismo. 2 Pedro y Judas adoptan un punto de vista menos usual, el apocalíptico, que también puede ser igualmente efectivo a la hora de administrar una buena dosis de medicina pastoral.

En resumen, una de las claves de la autoconciencia de Jesús está en la misión del pastor anunciado y esperado por el Antiguo Testamento cuya tarea es la de la fidelidad al Padre para hacer posible su obra, para ser auténtico mediador. Por eso, la acción de Jesús ha sido llamada acción pastoral y la acción posterior de su Iglesia ha llevado el mismo nombre, de la misma manera que han sido llamados pastores aquellos que la sustentaban.

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