Durante el cautiverio, Ernesto tropezó por el peso de la carga y fue obligado a hacer una oración islámica. Al confesar su fe en Jesús, se convirtió en blanco de burlas y torturas. Un joven líder del grupo, de apenas 14 o 15 años, le cortó parte de la oreja y lo forzó a comerla, mientras otros cristianos eran decapitados y sus cabezas exhibidas como advertencia.
Ernesto fue sentenciado a morir crucificado por su fe. Los extremistas improvisaron una cruz con un árbol y lo clavaron de la rodilla, sujetando sus brazos con alambre al acabarse los clavos. Sangrando y herido, fue finalmente prendido fuego, pero los atacantes lo dejaron creyendo que moriría.
Milagrosamente, una pareja de sobrevivientes salió de los arbustos y apagó el fuego con arena. Ernesto fue trasladado a un hospital, donde permaneció 45 días recuperándose de quemaduras y heridas profundas. La experiencia lo dejó marcado física y emocionalmente, llegando a pensar en quitarse la vida por el dolor y el trauma.
En ese momento crítico, Ernesto recibió apoyo de colaboradores de Puertas Abiertas, quienes le brindaron atención médica, oración y acompañamiento. Tras tres cirugías y siete meses de recuperación, pudo testificar: “Ustedes me ayudaron, oraron por mí y por eso me siento bien, por la intervención de hermanos en Cristo. Estoy muy agradecido”.
La persecución a los cristianos en Mozambique, especialmente en Cabo Delgado, es extrema: iglesias y casas son destruidas, pastores secuestrados y muchos creyentes asesinados. Las mujeres y niñas cristianas enfrentan secuestros, violencia sexual y matrimonios forzados, mientras que los hombres y niños son blanco de asesinatos y reclutamiento forzado.
El entorno de violencia y anarquía también se agrava por el tráfico de drogas y la presencia de cárteles, que ven a los líderes cristianos como amenaza. Los conversos del islam sufren rechazo familiar, desheredación y presión para renunciar a su fe, mientras que la falta de oportunidades educativas y laborales expone a las niñas al matrimonio infantil.
En medio de este sufrimiento, Ernesto eligió el perdón: “Le pido a Dios que perdone a esas personas. No guardo rencor contra ellos, también los perdoné y estoy orando para que dejen de hacer esas cosas malas”. Su testimonio es un ejemplo de fe y esperanza en medio de la adversidad.
El testimonio de Ernesto refleja el llamado de Jesús a perdonar incluso a quienes nos persiguen. La Biblia enseña Efesios 4:32: "Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo."
La iglesia mundial es invitada a orar y apoyar a los cristianos perseguidos en Mozambique, confiando en que Dios puede transformar el dolor en testimonio y la violencia en oportunidades para mostrar el amor y la gracia de Cristo.
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