Durante años, se ha debatido sobre la relación entre la salvación y la obediencia. Algunos sostienen que la salvación se obtiene mediante la obediencia y se pierde al desobedecer a Dios. Sin embargo, es fundamental comprender el papel de la gracia en la salvación.
La obediencia es, sin duda, un aspecto crucial de la vida cristiana. Es una manifestación de amor y lealtad hacia nuestro Señor Jesucristo. No obstante, la obediencia no es el medio para obtener la salvación. La gracia de Dios, que se manifestó a través del sacrificio de Cristo en la cruz y su resurrección, es el fundamento de nuestra salvación.
Según Efesios 1:4, Dios nos escogió antes de la fundación del mundo. Su omnisciencia le permitió conocer la rebelión futura del hombre y su caída. Por lo tanto, elaboró un plan de salvación para reconciliarnos con Él mismo y recibir la salvación mediante la gracia, a través de la fe en Jesucristo.
La gracia, en su sentido más puro, es un regalo inmerecido. Proviene del término latino "gratia", que significa benevolencia, favor o beneficio que se recibe sin merecimiento alguno. La salvación, por lo tanto, no es un logro humano, sino un don gratuito de Dios.
Como se afirma en Efesios 2:8-9, "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe."
En este contexto, es esencial comprender el papel de la obediencia dentro del plan divino. La obediencia es un principio fundamental de la fe. Sin fe, no hay obediencia, y sin obediencia, la fe no tiene validez. Como se afirma en Santiago 2:20, "¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?"
En conclusión, la salvación es un don gratuito de Dios, otorgado mediante la gracia y la fe en Jesucristo. La obediencia, aunque fundamental en la vida cristiana, no es el medio para obtener la salvación. Más bien, es una respuesta natural a la gracia y el amor de Dios.
Referencias bibliográficas
- Autor: Madelin Reyes (Adm. Yo soy más en Cristo)
- Texto corregido por Meta AI, 2024.