Ni la sabiduría especial con la que estaba dotado, las responsabilidades de la posición superior que ocupaba, ni sus mayores privilegios, le hicieron fuerte contra las tentaciones que enfrentó. Cayó de su primer estado y abandonó su primer amor.
Su honor y gloria fueron eclipsados tristemente, y en lo que respecta al relato histórico de los libros de Reyes y Crónicas, fue sepultado por la vergüenza, las sombras oscuras de una vida equivocada y el testimonio destrozado cubrieron su tumba.
Sobre el destino de Salomón descansa tal nube y silencio que muchos buenos hombres concluyen que estaba perdido: por otro lado, hay quienes no creen que cayó tanto como para perder el favor de Dios y perecer eternamente. Junto con otros, es nuestra propia convicción de que antes del final de su peregrinaje terrenal, Salomón se arrepintió profundamente de su maldad e iniquidad.
Basamos esta convicción en tres cosas. Primero, el hecho de que él fue el escritor del libro de Eclesiastés (Ec 1:1) el cual fue escrito en un período posterior a los Proverbios y Cantares (véase 1Re 4:32). Ahora nos parece imposible reflexionar sobre Eclesiastés sin ser golpeado con su nota predominante de tristeza y sin sentir que su escritor está expresando allí la contrición de alguien que ha regresado tristemente de los caminos del error.
En ese libro, habla de las amargas experiencias por las que había pasado al perseguir un camino de locura y desequilibrio y de la resultante “irritación del espíritu”, véase especialmente 7:2, 3, 26, 27, que seguramente es una expresión de su arrepentimiento.
En segundo lugar, Dios cumplió su promesa expresa a David acerca de Salomón: “Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl” (2 Sam. 7:14, 15).
Tercero, siglos después de su muerte, el Espíritu declaró: “¿No pecó por esto Salomón, rey de Israel? Bien que en muchas naciones no hubo rey como él, que era amado de su Dios” (Neh 13:26).
Tomado del libro «Seguridad Eterna» de A.W. Pink.
* A.W. Pink (1886 - 1952), fue un teólogo, evangelista, predicador, misionero, escritor y erudito bíblico inglés, conocido por su firme postura calvinista y su gusto por las enseñanzas de las doctrinas puritana.
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