Ese lecho de dolor, que es como un lecho de espinas para el alma quejumbrosa, será como un lecho confortable para el alma silenciosa. El silencio santo le quita el aguijón a toda aflicción; le quita el peso a toda carga; añade dulzura a toda amargura; transforma las noches oscuras en días soleados y las terribles tormentas en deseables calmas.
Los sufrimientos más pequeños vencerán fácilmente al espíritu inquieto, pero el espíritu tranquilo triunfará con la misma facilidad sobre los sufrimientos más grandes. Así como las pequeñas misericordias son grandes misericordias, así los grandes sufrimientos no son más que pequeños sufrimientos en el ojo del alma silenciosa. El alma silenciosa nunca se queja de que su aflicción es demasiado grande, su carga demasiado pesada, su cruz demasiado gravosa, sus sufrimientos demasiados; el silencio lo hace victorioso sobre todo.
Por lo tanto, si quieren siempre que sus aflicciones pesadas se vuelvan ligeras y poder llevar una carga sin problema, esfuércense para que sus vidas tengan este silencio santo.
Tomado del libro de Thomas Brooks “El cristiano enmudecido bajo la disciplina de Dios”.
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