Como dice 2 Corintios 4:7, tenemos «este tesoro en vasos de barro, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros».
Creo que nadie ha explicado esto mejor que el evangelista D.L. Moody. Él decía que «Moisés pasó cuarenta años en la corte del Faraón creyendo que él era alguien, luego pasó cuarenta años en el desierto (en Madián) aprendiendo que él era nadie, y luego —a partir de sus ochenta años— cuarenta años descubriendo lo que Dios puede hacer con alguien que aprendió que era nadie».
No importa lo joven o mayor que seas. No importa tu pasado o tu circunstancia presente. No importan tus luchas y debilidades actuales. Debemos pedirle a Dios que nos guíe a entender cómo quiere que le sirvamos. Y debemos hacerlo reconociendo que no se trata de nuestras fuerzas, sino de las Suyas. Por Su gracia y para Su gloria.
Tomado de la predicación Recuerda al Profeta (y los profetas) de Dios.
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Josué Barrios