Los resultados del estudio son tan aterradores como reveladores. Entre los elementos más significantes estaban los siguientes: (l) más de sesenta millones de estadounidenses afirmaron haber tenido una experiencia de conversión personal, y (2) un porcentaje extraordinariamente alto de estadounidenses dijeron que creían que la Biblia era la Palabra de Dios."
Como contrapartida a estas afirmaciones, sin embargo, estaba la revelación clara de que los estadounidenses, aun en el caso de evangélicos, eran desgraciadamente ignorantes del contenido de la Escritura y todavía más ignorantes de la historia del cristianismo y la teología cristiana clásica. Posiblemente lo más alarmante fuera el tomar conciencia de que la masa de personas que dicen tener una fe bíblica inciden poco y nada sobre las estructuras y valores de la cultura estadounidense. Por ejemplo, algunos estudios recientes sobre la ética sexual y el tema del aborto sugieren que la diferencia entre el comportamiento de cristianos evangélicos y los que no lo son es insignificante. En otras palabras, el mensaje transparente de estos estudios es que la "fe" cristiana produce una pequeña diferencia o ninguna diferencia en la vida de las personas y en la cultura estadounidense. La medida en que estos estudios sean un reflejo exacto de la realidad es un tema para el debate.
¿Cómo es esto posible? Una explicación viene pronto a nuestras mentes. Es posible que muchos de los que dicen haber tenido una experiencia de conversión estén equivocados o mintiendo sobre su conversión. Sin embargo, si solo la mitad de los que afirman haber tenido un nuevo nacimiento son efectivamente regenerados, debemos llegar a la conclusión de que los Estados Unidos ha experimentado un avivamiento más extendido que el Gran Avivamiento.
Si dicho avivamiento ha tenido lugar, debemos preguntarnos entonces por qué hay tan poca evidencia de su impacto sobre la cultura. Parecería ser que tuvimos un enorme avivamiento sin prácticamente ninguna transformación de nuestras costumbres y en nuestra vida. Es más, la discrepancia que surge entre el avivamiento y la transformación en nuestras vidas sería la mayor en la historia del cristianismo. Dicho avivamiento es mera ficción. Es espurio. No se trata de la verdadera fe bíblica que ha sido "resucitada".
Una perspectiva más optimista sobre esta anomalía sería la que explicamos a continuación. La razón principal por la que observamos tan poca evidencia del impacto de este avivamiento sobre la vida y la cultura es porque todavía es demasiado temprano para discernirlo. Las millones de personas que han nacido de nuevo están todavía en su infancia espiritual. Cuando alcancen una madurez espiritual sin duda que entonces se sentirá su impacto sobre la nación.
En la cultura secular, los adolescentes tienden a tener un poderoso impacto en la formación de valores, pero no tan grande como el impacto de aquellos adultos que ocupan posiciones de poder y de influencia. Los niños, sin embargo, no ejercen prácticamente ningún impacto sobre la formación de valores culturales. Su voz no es escuchada, salvo cuando lloran pidiendo más leche. Los niños no han desarrollado su pensamiento y sus habilidades hasta alcanzar un nivel que haga que sus familias o la comunidad que los rodea busquen su consejo. Deben maduran, deben convertirse en mayores de edad, antes de ocupar puestos de liderazgo dentro de sus familias y comunidades.
Nuestra esperanza es que quienes permanecen en una infancia espiritual finalmente crezcan en madurez y produzcan un fuerte impacto sobre la familia, la comunidad, la nación y el mundo. Hasta el momento esto no ha sucedido. Puede ser que nunca suceda. Pero para que un avivamiento y un cambio de vida verdaderamente espiritual tengan lugar es necesario superar varias barreras. Y comprenderlas es crucial para el cristiano.
Fuente: Sproul, R.C. Las Grandes Doctrinas de la Biblia (pp. 7-9).