Un evangelio sin cruz hace cristianos débiles | Cameron Cole

Asistir a un servicio del Viernes Santo es una experiencia poderosa y desgarradora; escuchar nuevamente los relatos de crucifixión en el evangelio de Juan y cantar la letra de ¿Estabas allí cuando crucificaron a mi Señor?:

¿Estabas tú allí cuando crucificaron a mi Señor?

¿Estabas allí cuando lo clavaron al árbol?

¿Estabas allí cuando lo pusieron en la tumba?

¿Estabas allí cuando quitaron la piedra?

Ciertamente tales imágenes pueden hacer que los corazones de los creyentes tiemblen y sus ojos se llenen de lágrimas. Con frecuencia hablamos de la cruz de manera abstracta hasta el punto de mostrar indiferencia y distanciarnos de la realidad concreta del Hijo sufriente de Dios. El Viernes Santo nos recuerda que Jesús sufrió una muerte insoportable y experimentó toda la ira del infierno en ese momento victorioso.

Sin embargo, cuando se trata de ministrar a los jóvenes, puede ser fácil para nosotros hablar sobre el amor y la misericordia de Dios de una manera que omita la cruz. No obstante, un evangelio sin cruz solo producirá cristianos débiles, incluso sin carácter, en un mundo de por sí desafiante.

No enseñes un evangelio sin sacrificio

Algunos sectores de la iglesia niegan la expiación sustitutiva. Ignoran esta doctrina que comienza en Génesis 3, domina Levítico, emerge más prominentemente en los Salmos y en los profetas, y es el corazón y punto culminante de la misión de Cristo.

Algunos sugieren que Jesús es una víctima indefensa de las injusticias de un mundo cruel. Al reducir su muerte a un mero simbolismo, eliminan lo que el Nuevo Testamento identifica como la función central del Calvario: expiar los pecados del pueblo de Dios. Esta visión solo oscurece la plenitud de su amor generoso.

Rara vez se omite la cruz de forma deliberada en círculos evangélicos, pero sucede mucho más frecuentemente de lo que debería. Quizás es cuestión de querer evitar un tema difícil. Tal vez es solo una cuestión de olvido.

De todos modos, con demasiada frecuencia el evangelio simplemente se comunica a los niños como: "Dios te ama", "А Jesús le importa tu vida", o "Dios perdona tus pecados". Tales declaraciones son ciertas, pero el amor de Dios es más profundo que un sentimiento sin derramamiento de sangre. Su amor brilla más en la cruz.

La muerte de Jesús implicó un profundo sacrificio. Él soportó el dolor físico de la tortura y la crucifixión. Experimentó el dolor emocional y social de la humillación pública, la traición y la burla de aquellos a quienes vino a salvar. Sobre todo, absorbió el juicio eterno de Dios al cargar con los pecados de su pueblo.

Aquí yace el verdadero significado del amor de Dios. Se encuentra en el costo de la cruz.

"El amor de Dios es más profundo que un sentimiento sin derramamiento de sangre. Su amor brilla más en la cruz".

Dales toda la cruz

Cuando hablamos del evangelio con los jóvenes, debemos conectar constantemente el amor de Dios con la cruz. Ayúdalos a ver el costo total a nivel físico, emocional, social, y espiritual. El dolor de los látigos y los clavos fue solo una fracción de la miseria de Jesús. Enseñemos a los jóvenes la plena consecuencia de la muerte de Cristo, no para avergonzarlos, sino para demostrar la sustancia y la profundidad del amor de Dios por ellos.

A medida que los niños se convierten en adolescentes, jóvenes, y adultos, su propia fe se volverá más costosa en lo personal. Permanecer fieles a Jesús requerirá mayores sacrificios y rechazos. Ante las dificultades de obedecer al Señor Jesús, ¿por qué se aferrarían las personas a Él? Porque saben que Él sacrificó mucho por ellas.

Cuando conectamos el amor de Dios con la cruz de Cristo, construimos para los niños un ejemplo de amor que implica sacrificio. Un evangelio lleno de la cruz los ayuda a asociar estrechamente el amor y el costo; los dos, naturalmente, van de la mano. Y entienden que amar a Dios y a los demás también implicará un costo.

Evita el sentimentalismo

Un evangelio sin cruz equivale a sentimentalismo. El amor sentimental puede sentirse bien, pero en última instancia es superficial. Nadie soporta el llamado de seguir a Cristo, un llamado que altera nuestra vida y que es extremadamente incómodo, por algo que leen en una tarjeta romántica.

“El contentamiento no tiene que ver con un cambio de circunstancias, sino con un cambio del corazón".

Un amigo de la universidad, inspirado en los esfuerzos de su madre por subsidiar su educación, modeló el compromiso que surge del amor sacrificial. Trabajó incansablemente, soportando los desafíos de una agotadora trayectoria de contabilidad en Wake Forest sin titubear ni quejarse. A menudo decía: "Mi mamá está trabajando un turno extra por la noche para que yo esté aquí. Lo estoy dando todo y estoy agradecido de hacerlo". El sacrificio de su madre por su educación moldeó su actitud y solidificó su determinación a enfrentar los desafíos de la universidad.

El verdadero amor de Dios, arraigado en el sacrificio de la cruz, conduce a la perseverancia en apegarse al llamado de Cristo. Hace cristianos que toman posiciones firmes al frente de puntos de vista impopulares. Produce jóvenes que se aferran a Cristo para toda la vida. Produce discípulos con una fe duradera.

El costo y el amor van juntos en el amor de Dios por nosotros. El costo y el amor van juntos en nuestro amor por Él. Proclamemos el escándalo de la cruz y levantemos a jóvenes valientes, para la gloria del Rey crucificado.

Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Sergio Paz.

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