Los seres humanos somos tan pecaminosos, y hemos estado en esta condición caída por tanto tiempo, que realmente pensamos que somos la medida de lo que significa ser humanos. Es sorprendente. Decimos cosas como “errar es humano”. E inconscientemente comenzamos a definir la humanidad en términos de nuestra condición caída, en términos de nuestra falta de plenitud.
Pero si defines a la humanidad de esa manera, ¿qué haces con Jesús? ¿Qué haces con el Jesús que toma nuestra humanidad y, sin embargo, como nos dice la Biblia, no peca?
Lo que vemos en Jesús es la verdadera humanidad. Lo que vemos en su encarnación, sus primeros años y su ministerio, es el verdadero diseño de la humanidad (aquello para lo cual Adán fue creado), que él mismo arruinó en su pecado y en su caída. Así que, como nos enseña Romanos 5, el primer Adán peca y, a través de su pecado, la muerte entra al mundo. Pero viene un segundo Adán, un verdadero Adán: Cristo, quien es el verdadero hombre.
Lo que Cristo hace en su humanidad es asombroso. En su humanidad, Jesús le ofreció a Dios todo lo que le debíamos. En su humanidad, en su perfecta obediencia a los mandamientos de Dios, Él le ofrece a Dios la obediencia que nosotros le negamos (y que no podemos darle) debido a nuestra naturaleza caída y pecaminosa.
Es absolutamente esencial que lo que veamos en Cristo sea una justicia perfecta, porque Él ha provisto esa justicia para nosotros. Toda la justicia que necesitamos se encuentra en el Hijo de Dios, quien tomó sobre Sí mismo nuestra carne, nuestra semejanza, nuestra naturaleza humana. Él no solo provee esa justicia, sino que, en la cruz, nuestro Salvador murió y pagó el precio que la humanidad debía. El murió en nuestro lugar.
Y no solo le debemos esa justicia a Dios, sino que al no haber provisto esa justicia, también le debemos nuestra vida, nuestra muerte, nuestra sangre. Cristo tomó nuestro lugar y suplió el sacrificio que satisface las exigencias de Dios a causa de su justicia y su justa determinación de castigar el pecado.
Así que para poder ser nuestro perfecto Sumo Sacerdote y el sacrificio perfecto, Jesús tenía que ser uno con nosotros. Él tuvo que tomar en Sí mismo nuestra naturaleza, y en esa naturaleza demostrar lo que es la humanidad, lo que fue diseñada para ser: justicia delante de Dios, obediencia a Dios, alabanza a Dios en todas las cosas, amor completo. Y también demostró la deuda de la humanidad cuando pagó el precio por nuestro pecado en la cruz del Calvario.