El fruto malvado del orgullo incluye deshonra (Pr. 11:2), destrucción (Pr. 16:18; 18:12), oposición de Dios (Stg. 4:6), que Dios humille (Pr. 29:23; cp. Sal. 18:27; 2 S. 22:28; Dn. 4:37), contaminación (Mr. 7:21-23) y conflicto (Pr. 13:10; 28:25). El orgullo también impide que las personas busquen a Dios (Sal. 10:4) y lo conozcan (Sal. 138:6). Pero, lo más grave de todo, el orgullo resulta en juicio divino. Proverbios 16:5 advierte: «El SEÑOR aborrece a los arrogantes. Una cosa es segura: no quedarán impunes» (NVI). Isaías también predijo el juicio de los malhechores orgullosos:
Los ojos del altivo serán humillados y la arrogancia humana será doblegada. ¡En aquel día sólo el SEÑOR será exaltado! Un día vendrá el SEÑOR Todopoderoso contra todos los orgullosos y arrogantes, contra todos los altaneros, para humillarlos (Is. 2:11-12, NVI).
Malaquías 4:1 añade: «Miren, ya viene el día, ardiente como un horno. Todos los soberbios y todos los malvados serán como paja, y aquel día les prenderá fuego hasta dejarlos sin raíz ni rama-dice el Señor Todopoderoso» (NVI).
David escribió: «Amen al Señor, todos sus fieles; él protege a los dignos de confianza, pero a los orgullosos les da su merecido» (Sal. 31:23, NVI), y en Salmos 94:2 el salmista oró así: «Engrandécete, oh Juez de la tierra; da el pago a los soberbios». Las Escrituras deploran el orgullo de individuos, como en los casos de Ezequías (2 Cr. 32:25), Nabucodonosor (Dn. 4:30; 5:20) y Belsasar (Dn. 5:22-23); y de naciones, como en los casos de Moab (Is. 16:6), Edom (Abd. 3), Babilonia (Jer. 50:29, 32) y, trágicamente, Israel (Is. 28:1; Jer. 13:9; Os. 5:5).

0 Comentarios
Gracias por comunicarte con nosotros.