Reconociendo la grandeza y majestad de Dios se enciende en deseos de alabarle | Agustín de Hipona

Reconociendo la grandeza y majestad de Dios se enciende en deseos de alabarle | Agustín de Hipona

Grande sois, Señor, y muy digno de toda alabanza, grande es vuestro poder, e infinita vuestra sabiduría: y no obstante eso, os quiere alabar el hombre, que es una pequeña parte de vuestras criaturas: el hombre que lleva en sí no solamente su mortalidad y la marca de su pecado, sino también la prueba y testimonio de que Vos resistís a los soberbios. Pero Vos mismo lo excitais a ello de tal modo, que hacéis que se complazca en alabaros; porque nos criasteis para Vos, y está inquieto nuestro corazón hasta que descanse en Vos.

Pero enséñame, Señor, y hizo que entienda si debe ser primero el invocaros que el alabaros, y antes el conoceros que el invocaros. Mas ¿quién os invocará sin conoceros?, porque así se expondría a invocar otra cosa muy diferente de Vos, el que sin conoceros os invocara y llamara. O decidme, si es menester antes de invocaros, para poder conoceros.

Mas ¿cómo os han de invocar, sin haber antes creído en Vos?, y ¿cómo han de creer, si no han tenido quien les predique y les dé conocimiento de Vos? Pero también es cierto que alabarán al Señor los que le buscan: porque los que le buscarán, le encontrarán, y luego que le hallen, le alabarán.

Pues concededme, Señor, que os busque yo invocandoos, y que os invoque creyendo en Vos, pues ya me habéis anunciado y predicado. Mi fe, Señor, os invoca: la fe, digo, que Vos me habéis dado e inspirado por la humanidad de vuestro santísimo Hijo, y por el ministerio de vuestros apóstoles y predicadores.

Publicar un comentario

0 Comentarios